"El Flautista de Hamelín."

Hace ya muchos años, el pueblo de Hamelín fue invadido por un número incalculable de ratas que lo devoraban todo a su paso.
Ratoneras, cepos, veneno, todo resultaba inútil. Incluso se hizo venir un barco cargado con mil gatos; pero todos estos esfuerzos no sirvieron para eliminar a los roedores.
Más he aquí que un buen día se presentó ante el alcalde de la ciudad un hombre muy alto, de piel oscura, delgado, vestido con un traje rojo, sombrero puntiagudo y medias grises. El forastero le ofreció, a cambio de cien escudos, librar a la ciudad de la plaga que la asolaba. El alcalde aceptó la propuesta en el acto.
Sin pérdida de tiempo, el forastero extrajo de su bolsa una flauta y comenzó a tocar una extraña melodía. Nada más sonar las primeras notas comenzaron a salir de los graneros, de las vigas, de las tejas, ratas y ratones, primero por cientos y luego por miles, que acudían hacia el flautista como atraídas por una fuerza irresistible.
El flautista, sin dejar de hacer sonar la flauta, atravesó el pueblo y se dirigió hacia el río, seguido en todo momento por la inmensa legión de roedores. Una vez llegado al río, se descalzó y se introdujo en sus aguas, seguido por todas las ratas de Hamelín, que de este modo murieron ahogadas.
La ciudad quedó limpia de ratas. Pero cuando el forastero se personó en el Ayuntamiento para recibir la recompensa prometida, el alcalde y los ciudadanos, comprendiendo que no tenían ya nada que temer de las ratas, tuvieron la desfachatez de entregarle diez ducados en lugar de los cien que le habían prometido por su trabajo.
El flautista se enfadó.
La respuesta fue una carcajada general. Se rieron de su amenaza y lo expulsaron del pueblo entre risas y bromas.
El viernes siguiente, a mediodía, el flautista reapareció en la plaza del mercado, sacó de su bolsa una flauta, totalmente distinta a la anterior, y cuando se empezaron a oír sus primeros compases todos los niños de la ciudad comenzaron a seguirle.
El flautista caminó hasta una cueva, y con él todos los niños.
Durante algún tiempo se siguieron oyendo los sones de la flauta; luego fueron disminuyendo poco a poco, y finalmente cesaron del todo.
Los niños habían desaparecido sin dejar rastro.
Prosper Merimée.

1 comentario:

Maria Karan dijo...

ya hiciste lo mas dificil, querer hacerlo ....
espero sea el comienzo de un hobbie que pueda dejaret un dinero tambien

suerte
santiago